No, no. No es que me haya dado un ataque de madridismo
irreprimible. Tampoco es que sea un gran forofo de los blancos. Ni siquiera
puedo considerarme un apasionado del fútbol. Y si tuviera que decir de qué
equipo soy, sin lugar a dudas sería la Unión
Deportiva Las Palmas.
Entonces
¿a qué viene el título de este post? Y, lo que es más importante, ¿qué tiene
que ver con el marketing, la comunicación y los clientes? Bueno, la historia
empieza hace pocos días, escuchando la BBC
News. Una de sus noticias matinales arrancaba haciéndose eco de una de las
más famosas canciones del momento en Afganistán. Arrasaba en ese país. Y su
estribillo, pegadizo por cierto, rezaba en afgano: “larga vida al Real
Madrid, larga vida a Cristiano Ronaldo”. Como mínimo llamativo, ¿no? Pero,
¿cómo ha podido llegar la marca del Real Madrid y de su principal valedor, CR
7, tan lejos y levantar tantas pasiones? Máxime cuando en ese país, tal y como
explicaba la reportera de la noticia, no existe la televisión, la radio o la
prensa tal y como nosotros las conocemos.
La
respuesta la encontramos una vez más, como no, en la red de redes: internet. Pero la clave no está solo en el canal, sino
en la capilaridad
exponencial de los dispositivos móviles y
redes de telefonía, que han inundado como un gran tsunami muchas de las regiones de un país tan
remoto y conflictivo como es Afganistán. Esta misma situación la pude vivir
personalmente en un viaje que realicé a Vietnam y Camboya hace pocos años.
Resultaba muy llamativo ver el contraste
entre todas las carencias de un país en vías de desarrollo y la proliferación
desproporcionada de móviles, cibercafés y empresas de telefonía (en realidad eran miles de maltrechas
tiendas improvisadas a ambos lados de las carreteras). Queda patente que estos
ciudadanos de la tierra no
están dispuestos a renunciar a una ventana al mundo que anhelan, a sus
héroes e ídolos deportivos, a un estilo de vida que perciben muy atractivo y
novedoso.
Desde
hace años se viene hablando
del nuestro planeta como una “Aldea Global”, pero es que ahora, bajo mi punto de vista, es
más global que nunca. Las comunidades sociales han encontrado su maná en
internet y en los dispositivos móviles, y su mayor accesibilidad han dado el impulso definitivo para
formar ya, nos guste o no, un único mundo. Y este fenómeno no hace más que
crecer e intensificarse día a día. Estoy
convencido de que es algo imparable, y ni siquiera los gobiernos tienen poder
para frenarlo. Prueba de ello es la impotencia de Corea del Norte para
evitar los mapas y fotos
de su país que ya están en Instagram y
en Google maps o el propio Harlem
Shake en Irán. Este fenómeno es además amplificado por los telediarios de
todos los países, alimentando enormemente su viralización. Y es que nadie puede ser ajeno a esta
realidad que nos ha traído la era digital. Para muestra un botón: la semana
pasada Elena
Valenciano anunciaba su abandono de twitter pero, paradójicamente, se convertía en
TT. En ese mismo momento Facebook informaba públicamente que no le es posible
borrar totalmente el rastro digital de sus usuarios en la red.
Todo
ello no son más que potentes señales de que el
mundo, los países y sus habitantes viven, se relacionan y evolucionan en un
ecosistema en el que la única constante, paradójicamente, es el cambio
permanente y la interconexión total. No darse cuenta de ello, aceptarlo y
actuar en consecuencia es un grave error para los gobernantes, empresas e
individuos. No comprender el
alcance y potencial de esta gran revolución nos convierte en enfermos de lo que
yo llamo “ceguera digital”. Y los ciegos digitales viven, lamentablemente,
en un mundo donde la oscuridad es permanente y por tanto no disponen de las
capacidades y la mentalidad para admirar el nuevo paisaje, aprovechar las
oportunidades que se nos ofrecen y crecer con los nuevos adelantos e
innovaciones que el ecosistema digital nos pone en bandeja.
Por
tanto, si no queremos ser uno de estos ciegos digitales hagamos el firme propósito de abrir
nuestra mente y asumir con positividad las ventajas y retos de esta nueva era.
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